Un poco de historia
Una historia y muchas anécdotas se esconden detrás de esta cala. Originalmente, servía de puerto pesquero donde reinaba un ambiente amistoso. En 1610, se redactó una escritura en la que figuraba «camino de Mélamousque», de ahí su nombre actual.
Algunas personas acuden allí para observar la famosa roca de los ahorcados (también conocida como la isla de los ahorcados), visible desde el pontón de la cala. Debe su nombre a Alfonso V de Aragón, que se vengó de los aliados de Luis III en 1423 haciendo ahorcar allí a una docena de sus notables.
La cala se dejó en estado salvaje hasta finales del siglo XIX, y con razón, era difícil llegar hasta allí, ya que estaba situado en un camino escarpado. No fue hasta la llegada de nuevas viviendas alrededor de la cala cuando comenzó a frecuentarse de nuevo.
Actualmente, muchos marselleses acuden allí para tumbarse en sus rocas cuando el tiempo acompaña. Algunos aprovechan para bañarse allí y disfrutar de las vistas. Según la temporada, la cala puede estar muy concurrida. Para mayor tranquilidad, conviene evitar el periodo estival. El acceso es bastante complicado a pie, pero el entorno merece la pena.