Una Côte salvaje
La Côte Bleue está formada por una sucesión de pequeños puertos, playas y calas bordeadas de pinos, a veces de difícil acceso, pero eso es lo que la hace tan encantadora. De hecho, su belleza agreste ha llevado a cineastas como Marcel Pagnol y Robert Guédiguian a elegirla como escenario de sus películas. Los restos arqueológicos del abrigo de Méjean atestiguan la presencia del hombre prehistórico en sus orillas. Más tarde, los caseríos costeros fueron habitados por agricultores y pescadores. Fue la creación de la línea férrea Marsella-Miramas en 1915 la que abrió las aldeas costeras
Al bañarse en las calas, conviene llevar sandalias adecuadas para caminar por las playas, a menudo formadas por grandes guijarros, y evitar hacerse daño bajo el agua con los erizos de mar que salpican los fondos rocosos. Erizos de mar, que podrá probar los domingos de febrero en las Oursinades de Carry le Rouet y Sausset les Pins. En invierno, las olas traen a las playas montones de plantas acuáticas varadas, las praderas de posidonia, una especie protegida que es refugio de numerosos peces.
Un lugar para el ocio
Para los habitantes de las ciudades de los alrededores – Marsella, Aix, Vitroll… la Côte Bleue es sinónimo de actividades de ocio. Mucha gente viene aquí a pasear o nadar los fines de semana y durante las vacaciones. En calas como Niolon, La Redonne y Carro, algunas familias poseen un cabanon desde hace varias generaciones. Es en el cabanon donde las familias y los amigos se reúnen para compartir buenos momentos y vivir al ritmo de los aperitivos, las partidas de petanca, las siestas al son de las cigarras y los juegos de cartas. En definitiva, un modo de vida sencillo, pero cada vez más escaso a causa de la urbanización.
*Cabanon: antigua cabaña utilizada como almacén por los pescadores. Poco a poco se fue transformando y se convirtió en un lugar de descanso y de tertulia dominical.