Calanque de Sormiou à Marseille, Petit Port et barques, eau turquoise

Las cabañas de Marsella

En el corazón del Parque Nacional de las Calanques

Las cabañitas forman parte integrante del paisaje marsellés. En particular, se encuentran en el corazón de las calanques, aprovechándose del paseo marítimo y de la tranquilidad de la zona fuera de la temporada turística.

El nacimiento de las cabañitas

Alrededor de los primeros núcleos de población de Sormiou o Morgiou, constituidos esencialmente por cabañitas de pescadores, surgieron construcciones heterogéneas. Estas cabañitas carecen generalmente de electricidad y agua, pero su característica común es el sentido de la convivencia y el retorno a las raíces. A pesar de su apariencia sencilla, estos refugios utilizan diversos materiales de construcción, como piedra seca, mortero, arcilla y arena. Hoy en día, estas cabañitas se han transformado a veces en bonitas casas costeras.

La vida en las cabañitas

Al igual que la vida en la mansión, la vida en el cabañitas un verdadero estilo de vida. Apegada a lo esencial, la vida en esas cabañitas es ante todo el privilegio de vivir en total libertad lo más cerca posible de la naturaleza. Lugar de refugio para la gente humilde, los domingos o días festivos se reunían en la cabañta.

¡La bullabesa, el alioli, las partidas de cartas, de petanca y las siestas marcan el ritmo de la vida en el cobertizo!

Bajo las pérgolas se oye el tintineo de los vasos de pastis sobre el fondo del canto de las cigarras, el olor de las sardinadas o del pescado a la plancha, los niños están en el agua, algunos bañistas cohabitan con los paseantes que salen de excursión…

La vida en el  llamado «cabanon» es una mezcla de géneros, olores y sensaciones, en un universo paradisíaco a dos pasos del Puerto Viejo. Un rincón del paraíso que nos debemos proteger gracias a la acción conjunta del Parque Nacional de las Calanques y de los propietarios de cabanons que velan por esta bella imagen de la felicidad.

El cabanonnier (pues tal es el nombre que distingue al usuario del cabanon del habitante ordinario) le dirá, burlón: en la cabañita no tienes otra cosa que hacer que ser lo más feliz posible. Estar en la cabañita es una oportunidad y una fiesta.

Se practica el «arte de vivir» a la marsellesa, día a día, solo o acompañado, dedicándose a las tareas que le gusta enumerar a los visitantes. Las actividades de la cabañita no tienen nada de tediosas ni limitantes; todas son iguales, todas igual de necesarias; se puede hacer cualquier trabajo, como Robinson o Toro Sentado, con la misma felicidad. Hay que escuchar a los habitantes de la cabañita, nunca se aburren: «Siempre hay algo que hacer», suena como un estribillo.

¡Estos rincones del paraíso no se compran, se transmiten de padres a hijos y de generación en generación!