Durante todo el año, los muros del barrio más antiguo de Marsella se adornan con colores y formas diferentes. A veces abstractas, a veces realistas y en ocasiones sorprendentes. En esta época del año, las luces son diferentes y las calles están más vacías. Así podrá tomarse más tiempo para detenerse y mirar hacia arriba, para admirar estas obras de arte que están al alcance de todos.
Desde el paseo Louis Brauquier, podrá admirar la entrada del Vieux-Port y los barcos que se dirigen a Frioul o a las Calanques. Paseantes, pescadores, corredores: a los marselleses les encanta relajarse frente al mar, que forma parte integrante de la ciudad. Cuando el Mucem esté abierto, disfrute de la vista desde el Jardin des Migrations y suba al promontorio del Cavalier de la rade. Desde aquí, el panorama del Palais du Pharo, la Abbaye Saint-Victor y la Bonne Mère bien merece las distracciones.
En Marsella, el sol brilla todo el año (¡sí, se lo digo yo! ¡Casi!), así que más vale aprovecharlo. Y aunque el tiempo esté gris, es estupendo pasear por la cornisa, con su vista panorámica sobre la bahía de Marsella y las islas Frioul. Se cruzará con muchos ciclistas y corredores, que quizá le animen a retomar el ritmo… ¿quién sabe? Pero si prefiere sentarse y tomar el sol, también es posible: aquí se encuentra el banco (supuestamente) más largo del mundo (3 km), ¡así que podrá broncearse por los cuatro costados!
Es bien sabido que en verano, el pueblo de Les Goudes está lleno de gente (palabra provenzal que significa «lleno de»). En invierno, sin embargo, es más tranquilo y agradable para pasear. La suave luz del amanecer ofrece paisajes impresionantes para fotógrafos y paseantes. Es en esta época del año cuando el sobrenombre de «fin del mundo de Marsella» cobra todo su sentido.
Su reputación está bien consolidada. Practicar senderismo por las calanques en invierno es un privilegio, y cualquier buen marsellés se lo dirá: es la mejor estación para disfrutarlo. Algunas son de más fácil acceso que otras, pero todas requieren un buen calzado para caminar y agua para mantenerse fresco, ¡incluso en pleno mes de enero! Por supuesto, nadar no estará en el orden del día de su excursión, pero no hace falta ponerse el bañador para sumergir los ojos en las cristalinas aguas azules.
Seguro que ha oído su nombre alguna vez en su vida (¡si no más!), o ha leído alguna de sus novelas autobiográficas. Sumérjase en los distintos lugares donde creció y en los escenarios naturales que le inspiraron. El Garlaban, como se conoce aquí, cuenta con numerosas rutas de senderismo, la mayoría con magníficas vistas sobre Marsella y las colinas circundantes.
Al otro lado de Marsella, descubra el escarpado sendero de la Côte Bleue, salpicado de magníficas calas de aguas turquesas. Esta excursión invernal puede realizarse desde distintos puntos, en función de sus preferencias y capacidades. En invierno, puede aparcar en los distintos pueblos -calanques-, ya que el tráfico es más tranquilo. Pero, ¿qué mejor que tomar el tren de la Côte Bleue sobre la bahía y disfrutar de las diferentes vistas de Marsella?
