Entre en el Orange Vélodrome
Un estadio legendario
Cuando llegué al estadio, después de más de un año y medio sin haber estado allí, tuve la sensación de encontrarme con un viejo amigo. Frente a este magnífico estadio, en el corazón de Marsella, y rodeado de seguidores exultantes, me esperaba una velada apasionante.
Como gran aficionado del Olympique de Marsella, estoy impaciente por que empiece el partido. Y no soy el único. Más de una hora antes del partido, estaba sentado en la tribuna Ganay y el ambiente ya era palpable. Casi todos los aficionados de las gradas se gritaban «Aux armes», y el estadio y la ciudad bullían de emoción.
Con un aforo máximo autorizado de 50.000 localidades (debido a la crisis sanitaria) y las entradas agotadas, todo el mundo sabe que el reencuentro con el campeonato va a dejarnos con la boca abierta.
En las pantallas gigantes del estadio se entrevista al público. Con edades comprendidas entre los 3 y los 80 años, y procedentes de Lille, París, Alemania e Inglaterra, esa tarde los mayores aficionados y los simples curiosos se reunieron para disfrutar de una experiencia inolvidable en el Orange Vélodrome.
Un ambiente electrizante
Mientras esperaba el partido, decidí comer algo en uno de los numerosos bares de refrescos del estadio. Con mi jamón y mi mantequilla en la mano, me senté y esperé pacientemente a que empezara el partido.
El estadio se va llenando poco a poco a medida que los jugadores empiezan a entrenarse en el campo. Los hinchas agitan pancartas y veo que empiezan a preparar sus tifos para dar una bienvenida adecuada a los jugadores en cuanto empiece el partido.
En el Orange Velodrome, los tifos preparados por las peñas del Olympique de Marsella son notoriamente impresionantes (y no lo digo sólo porque sea marsellés).
A las 20.45 sonó «Jump» de Van Halen, los aficionados se pusieron en pie, los hinchas de las gradas cantaron y agitaron sus tifos con los colores de l’OM. El partido puede comenzar.